The secret {Cap.7}



En el restaurante Walker’s, era un día como cualquier otro a la hora del almuerzo, con mucho movimiento.

Daphne corría de una mesa a otra llevando las órdenes, la chica le entregaba a Susan las nuevas comandas.
La mujer entró en la cocina para entregárselas a Thomas, su “Chef” como se hacía llamar él.

—Tommy, tres hamburguesas de pollo y dos más de res, mesa tres —dijo extendiéndole las comandas.

Era un atractivo joven de cabellos oscuros y enormes ojos color azul-verdoso, era tan alto como Sam Winchester, tenía un aire de inocencia que encantaba a las mujeres y cuando sonreía se le marcaban los hoyuelos en sus mejillas.

—¡Ashh!¿Qué le pasa a todo el mundo hoy, que es el día de las hamburguesas? Susan ¿Cambiamos de nombre a McWalker’s y no nos avisaste?— bromeó el muchacho, sonriéndole.

—Muy gracioso, no me hagas pensar en despedirte, sabelotodo igualado— contestó Susan, dándole un golpe en la cabeza.

Tanto Tom como Daphne llevaban trabajando cuatro años en el restaurante.
El muchacho de veintiseis años había quedado huérfano desde poco antes de cumplir los catorce, era hijo de un policía amigo de James.

Una vez que el chico terminó la preparatoria, estudió gastronomía en Nueva York donde le ofrecieron empleo en un prestigiado restaurante pero decidió que era más feliz en su pueblo natal junto a su familia: los Holls.

Para los Holls era un miembro más de la familia, era el hermano mayor que Dianne siempre quiso y un hijo para ellos, lo conocían desde que había nacido.

Daphne entró corriendo a la cocina — ¡Oh, por Dios! Ya llegó ese bombón otra vez, dame una hamburguesa con tocino, queso y extra cebolla…y una ensalada especial, rápido Tom, mesa cinco — apurándolo.

—Respira Daph, ¿A quién te refieres? Por qué el único bombón aquí soy yo— dijo juguetonamente el muchacho dándole su mejor sonrisa.

Susan sabía a quién se refería la chica, solo conocía a una persona que ordenaría esa hamburguesa.

En ese momento, el teléfono celular del muchacho comenzó a vibrar, cuando vio quién le llamaba, solo sonrió.

—¿Qué pasa Monstruo?...Ok si… ya sé, tú sándwich de quesos…No se me olvida la salsa de frambuesas… ¡Hey! No es la primera vez que te lo preparo— decía poniendo los ojos en blanco.

El muchacho sacó de la parrilla las órdenes atrasadas y se dispuso a preparar la hamburguesa y el sándwich de quesos de la chica. Se lo pedía por lo menos una vez por semana.

Diez minutos después, entraron en el restaurante Dianne seguida por Sam, quién se sentó en la mesa donde se encontraba su hermano.

La joven le dio un rápido beso a su madre que se encontraba atendiendo la barra, se dirigió a la cocina donde saludó a la otra chica y abrazó por la espalda al enorme muchacho.

—Hola Grandulón, ven te quiero presentar a alguien, bueno volver a presentar, ya lo conoces pero seguro no lo recuerdas—dijo mientras lo jalaba del brazo, sacándolo de la cocina y llevándolo a la mesa de los Winchester.

Tom volvió la cabeza hacia donde se encontraba Susan, quién solo movía la cabeza sonriéndole.

—Sam, él es de quién te hablé…el amor de mi vida, Tommy Mouse te presento a Sam Winchester, mi mejor amigo…y a su hermano Dean—dijo la chica mientras lo abrazaba por la cintura.

El muchacho a su vez la abrazó, extendiendo su mano libre hacia el menor de los muchachos, en ese momento Sam recordó la pesadilla que había tenido cuando el ataque del elfo, era el mismo joven que había visto.

—Vamos Monstruo, tú siempre serás mi chica—le dijo besándola en la cabeza. —Thomas Parker, mucho gusto ¿Dean Winchester, por qué tú nombre me suena familiar? — decía mientras se giraba en dirección al mayor sin soltar a la joven.

El cazador hizo una mueca de disgusto al escuchar el nombre del muchacho frente a él.

—El nombre de Vanessa Trent ¿También te suena familiar? Era mi novia hasta qué tú, imbécil me la quitaste— poniéndose de pie, en sus ojos se veía la ira que sentía.

El muchacho de cabello oscuro se irguió en toda su estatura, tenso.

—Ya, eres el raro de la escuela. Lo que pasó es que prefirió salir con un hombre y no con un marica— contestó, soltando a Dianne y poniéndola tras él.

En ese momento, Susan se percató de la tensión entre los dos muchachos y decidió hacer acto de presencia.

—¿Hay algún problema, Tom…Dean? —preguntó pasando la mirada de un joven al otro, cruzando los brazos.

Los dos muchachos se querían matar entre ellos con la mirada, al escuchar el tono severo de su madre, Dianne se dirigió a la cocina empujando al enorme muchacho por la espalda, quién no le quitaba de encima la mirada al joven cazador.

—No mamá no pasa nada, vamos Grandulón antes de que te metas en problemas con mamá, Sam en un momento regreso— dijo girando la cabeza para ver a su amigo.

La mujer se volvió hacia donde estaba de pie, el mayor de los chicos Winchester.

—Dean Winchester siéntate y cálmate, en un momento traen tu comida— le ordenó Susan.

El muchacho al escuchar su nombre completo, obedeció de inmediato, sabía que no era buena señal.

Una vez dentro de la cocina, le pidió a su hija que les llevará su comida a los hermanos, una vez solos se volvió hacia el otro joven.

—Thomas Parker ¿Me puedes explicar que es lo que te sucede, desde cuando te comportas como un bravucón? —le llamó la atención de manera severa.

El muchacho la miró desafiante, estaba furioso pero al escuchar el tono enojado en los labios de la mujer cambió su actitud, sabía que ya estaba en problemas.

—Lo siento, no volverá a suceder…Pero ma, él empezó…— dijo en un tono más bajo y mirando el suelo como si lo encontrara muy interesante, la disculpa del joven sonó a su pesar bastante infantil, más parecía un niño de seis que un hombre de casi veintisiete.

Susan trató de disimular su sonrisa, el muchacho solo la llamaba de esa manera cuando estaban a solas o con Dianne, lo mismo pasó cuando vivía James. Les había comenzado a llamar de esa manera poco tiempo después del accidente donde murieron sus padres.

Los Parker regresaban de una cena cuando un conductor ebrio se estrelló contra su automóvil, solo sobrevivió Tommy.

El chico quedó bajo la custodia de sus abuelos paternos, una pareja ya mayor, por lo que los Holls lo “adoptaron” sentimentalmente y se encargaron de su educación.

—No me interesa quién empezó si no quién lo va a terminar, hijo quiero que salgas y te disculpes con Dean Winchester—le ordenó con expresión seria.

El muchacho la miró directo a los ojos, negando con la cabeza. Susan no era inmune a esa mirada de cachorro apaleado, pero no podía permitir esa clase de comportamiento, sabía que no había sido su culpa pero si no se arreglaba este asunto, ambos chicos podían resultar lastimados.

—Siéntate por favor— señalando el banco a su lado. —Sé que estás enojado, te conozco además que sólo se te ven los ojos verdes cuando lo estás o cuando mientes, pero quiero que pienses en algo, si tú y Dean se pelean a golpes ¿Crees que para tu hermana o para mí, va a ser justo presenciarlo o si tu abuela te ve golpeado, qué crees que sienta? Es tu decisión, ya eres un hombre y no te puedo obligar, solo quiero que lo pienses—apelando al buen juicio del muchacho.

Susan salió de la cocina dejando al muchacho pensativo, conocía perfectamente el carácter de su hijo adoptivo, sabía que botones oprimir para que el muchacho obedeciera.

Daphne le entregó las nuevas órdenes, entró en la cocina para servirlas y una vez entregadas se dirigió a la mesa de los Winchester.

—¿Me puedes explicar qué fue eso Dean? Por Dios, no puedes venir y agredir a Tom por algo qué pasó hace casi diez años, ya supéralo—dijo en voz baja.

—Lo siento Susan— murmuró el joven cazador.

La mujer observo al joven junto a ella, sabía que era un buen muchacho pero su carácter un día lo iba a meter en muchos problemas.

—Disculpa aceptada y espero que no se repita pero no es conmigo con quién debes disculparte, a golpes no se resuelven las cosas—contestó acercándose a él.

Se giró hacia los otros dos jóvenes, preguntándoles como había sido su día.
Los dos de inmediato comenzaron a contarle sobre los últimos acontecimientos de la universidad.

Pronto sería la fiesta de Sam y le había ofrecido el restaurante para realizar ahí el evento, por lo que quería ponerse de acuerdo con él sobre qué tipo de comida le gustaría.

Tomaba notas mentalmente sobre lo que le decía, solo esperaba que su padre no olvidará la fecha.

John Winchester había hecho un excelente trabajo criando prácticamente solo a sus hijos, podía sentirse orgulloso de ellos. Susan sabía que él cazador quería a sus hijos, no había nada que no hiciera por ellos, solo había descuidado un pequeño detalle, nunca se percató de la parte sentimental de los muchachos en especial con Dean, era demasiado estricto con él, los trataba como si fueran soldados.

Susan recordaba casi once años atrás cuando los conoció, Sammy era un niño tranquilo, dulce y cariñoso, siempre con una sonrisa para todos, dedicado a sus estudios pero Dean era todo lo contrario solitario, callado, odiaba la escuela parecía que solo había dos cosas importantes para él: las chicas y cuidar de Sammy.
A James y a ella, les había costado mucho trabajo ganarse la confianza del adolescente, no confiaba en nadie y menos en un policía, Susan sabía que detrás de la imagen de chico rudo y altanero había un niño solitario, que no sabía lidiar con sus sentimientos, necesitado de cariño. Con el tiempo el chico fue bajando la guardia, en especial con ella.

Cuando el movimiento del restaurante bajo, vio que Tom se dirigía hacia ellos.

—Dean ¿Puedo hablar contigo, a solas? —le preguntó señalando la calle con la cabeza.

El joven cazador lo acompaño fuera del restaurante.

Susan los podía ver a través de la ventana, preparada para salir si las cosas se ponían difíciles pero se relajó cuando vio que los dos sonreían y se daban la mano.

La mujer sonrío orgullosa de ambos jóvenes.

Susan y sus hijos se encontraban cerrando el lugar y acomodando todo para el día siguiente, cuando escucharon una voz.

—Susan—la llamó un atractivo hombre de ojos azules que vestía traje y una gabardina.

—¡Cass por Dios! Me asustaste ¿No podrías ponerte una campana o tocar la puerta? —preguntó Dianne, mientras recogía los pedazos del plato que había tirado al suelo.

El muchacho instintivamente tomó un cuchillo amenazando al intruso que lo miraba con expresión seria.

Ignorándolo, el recién llegado se dirigió a la cazadora, le explicó que necesitaba nuevamente de su ayuda, no era la primera vez que “trabajaban” juntos.

La mujer asintió y se volvió hacia el muchacho que seguía tenso sin comprender lo que sucedía.

—Tranquilo Tommy, Castiel es un amigo nuestro, es un ángel…literalmente, tenemos que irnos ya sabes que hacer—decía mientras le quitaba el arma de las manos.

El ángel tocó sus frentes con dos dedos, ellas solo sintieron una descarga.

El muchacho miró el lugar vacío, salió cerrando el lugar con llave.


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Dianne y su madre despertaron en la habitación de un motel. Salieron para averiguar en donde se encontraban, ya era de día.

—¿Dónde estamos? —no reconocía el lugar.

La mujer miró a su alrededor tratando de ubicarse, de pronto se percató de en donde se encontraban.

—¡Demonios! Estamos en Lawrence…En el pasado —contestó mirando un periódico con fecha de mil novecientos setenta y ocho. Le contó que en esa época fue cuando Mary fue a vivir con los Walker tras la muerte de sus padres.

También le explicó que tenían que tener cuidado con sus nombres ya que se iban a encontrar con personas que la conocieron de soltera.

Recordaron que no habían comido nada desde el almuerzo y se decidieron comer algo antes de seguir adelante por lo que sin pensarlo, se dirigieron al restaurante.

Al entrar Susan reconoció el lugar, se sentaron en una mesa a esperar que las atendieran.
Un hombre de unos cuarenta años se acercó, sonriéndoles para entregarles los menús.

—Bienvenidas a Walker’s ¿No son de por aquí, verdad?—les preguntó amablemente.

La mujer lo miraba desconcertada con lágrimas en los ojos, era su padre.
Sus padres habían muerto cuando su hija tenía seis años, la última vez que lo vio con vida fue cuando tuvieron aquella terrible pelea antes de su boda con Jim.

El hombre pensaba que James Holls no era lo suficientemente bueno para su hija. Por lo que su padre no se presentó a la boda, después de eso jamás se volvieron a dirigir la palabra.

Después de la boda, los recién casados se mudaron a vivir a Sioux Falls en Dakota del Sur, de donde era originario James.

—¿Está usted bien señora? —preguntó al verla llorando.

Dianne reaccionó rápidamente.

—Es solo que, bueno usted entiende, la menopausia— contestó dándole un codazo a su madre.

Susan se repuso por la impresión y quería ahorcar a su hija, ordenaron unos sándwiches y un par de jugos, mientras comían le contó anécdotas del lugar y su gente.

—Ese hombre rubio Dy, es tu abuelo Patrick, tú te pareces mucho a él, seguramente en la cocina se encuentra tú abuela Lisa, por cierto no estoy en la menopausia niñita—explicaba a su hija.

En ese momento entraron un chico rubio de unos ocho años y una jovencita de cabello cobrizo, lo llevaba recogido en una coleta, saludaron al hombre con un beso y entraron al interior del lugar.
Dianne miraba la escena como si estuviera viendo una película antigua.

El hombre se acercó para ver si se les ofrecía algo más, las había estado observando y había algo que le resultaba familiar de las extrañas mujeres.

—¿Son sus hijos? —preguntó curiosa la joven.

—Sí, la jovencita es mi hija Susan de catorce y el niño es mi hijo Marcus de ocho, ¿Vienen de paso o planean quedarse en el pueblo? —les preguntó cortésmente.

Le explicaron que solo estaban de paso pero que les gusto el pueblo y decidieron quedarse unos días.
Se presentaron con los nombres de Anne Gibson y su hija Nicole, la chica casi se ahoga con el jugo que bebía cuando escuchó el apellido, sabía que a su madre le encantaban las películas del actor australiano.
En el momento en que Susan tuvo a su padre frente a ella, el único nombre que le vino a la mente fue el de su cuñada Anne Charlotte Holls a quién de cariño llamaban Charlie y el apellido del actor.

Cuando Patrick Walker se retiró, la chica se volvió hacia su madre.

—¿Con que soy hija de Mel y de tía Charlie, porque nunca me lo habías dicho? —dijo bromeando mientras se reía.

Terminaron de comer entre bromas, Susan miraba a su hija que de repente se quedó pensativa, la chica se preguntaba ¿Por qué su madre nunca hablaba de su familia o de que tenía un hermano?

En ese momento una pareja entró al restaurante, la muchacha rubia de unos dieciocho años y su pareja tendría unos veinte. Escucharon a Patrick preguntarle al chico que se había sentado frente a la barra, si estaba de permiso o había dejado la marina a lo que le contesto que solo estaba de permiso.
La pareja ordenó de comer y se sentaron en una mesa cercana.

—Hola guapo—exclamó coquetamente la joven Holls en voz baja. —¿Los conoces? Ella es bonita pero él, es lo que Daph llamaría un bombón, me encantaría conocerlo—dijo mirándolos.

Cuando la mujer escuchó el comentario de su hija comenzó a reír.

—Con qué... ¿Un bombón eh, hola guapo?...Me encantaría ver su cara si supiera como lo llamaste… De hecho lo conoces, cenas con él casi todos los miércoles—contestó entre risas por los comentarios de su hija.

Dianne miraba sorprendida a su madre, no podía creer lo que le acababa de decir.

—Me estás bromeando, no puede ser él, mamá voy a necesitar terapia, ¿Es en serio, John Winchester? —dijo dramáticamente sin darse cuenta que había levantado la voz.

Al escuchar su nombre y las risas, el joven miró extrañado hacia las mujeres y decidió averiguar quiénes eran y de que conocían su nombre.

La pareja se acercó a la mesa de Susan, quién al ver la cara que ponía su hija, estalló nuevamente en carcajadas ante la mirada fastidiada de ellos.

—Perdón señora, pero escuche mi nombre ¿Las conozco? —preguntó un poco molesto él.

Dianne se sonrojó al recordar quién era él, lo cual a la rubia no le gustó.

—Lo siento, estamos buscando alquilar un auto y nos dijeron que buscáramos a John Winchester qué él nos podría ayudar, disculpa si mi hija te ve así pero me estaba contando que le recuerdas al papá de su novio—les explicó.

Susan trataba de no reír por la broma para su hija.

—¡Mamá, D…no es mi novio! — Le gritó molesta pero al ver la mirada reprobatoria de John, se disculpó y decidió guardar silencio. El joven dirigiéndose a Susan le preguntó en donde se estaban quedando y prometió pasar más tarde para llevarlas a ver autos.

Pagaron la cuenta y se dirigieron al motel, en cuanto abrieron la puerta vieron a Castiel esperándolas.
Les explicó que un demonio de nivel superior llamado Azazel, estaba otorgando extraños “favores” a algunas personas y debían detenerlo ya que no sabían si la gente estaba intercambiando su alma a cambio de estos.

Susan recordó el nombre del demonio, era el demonio de ojos amarillos que había matado a Mary, era lo que le había contado Bobby.

Más tarde fueron con el joven Winchester a rentar el auto, se decidieron por un Ford Mustang, le agradecieron su ayuda y se marcharon.

Las chicas Holls comenzaron a investigar hablando con algunas de las personas que habían recibido los “favores” como curarse de alguna enfermedad terminal o alguna persona non-grata desaparecía misteriosamente, les extrañó que todas eran personas bastante jóvenes.

Cuando les hablaban del extraño, todos lo describían igual, una persona común, les preguntaron si les pedía algo a cambio pero les dijeron que lo único era que lo dejarían entrar en su casa diez años después.

Pensaron que no podían ser coincidencia con lo que le había pasado a Mary por lo que se dirigieron a su casa para hablar con ella, Susan sabía que tanto ella como su familia eran cazadores por lo que decidió prevenirla.

Cuando llegaron a la casa era demasiado tarde, vieron como el demonio mataba a Samuel y Deanna Campbell, éste al verse descubierto huyó de las cazadoras poseyendo el cuerpo de Samuel.

Antes de morir, la mujer les pidió que salvaran a su hija que había salido con su novio.

—Dy tenemos que ir al bosque cerca del lago—le contó a su hija que era el lugar favorito de Mary, estaba segura que la pareja se encontraría ahí.


La pareja estaba platicando dentro del auto, haciendo planes para el futuro.
John quería ir a hablar con el padre de ella para pedirle permiso de ser su novio, quería hacer las cosas de manera correcta, ser su novio de manera formal, él había sido criado de forma estricta y conservadora.

Mary no estaba segura de que fuera una buena idea, a su padre no le gustaba la idea de que saliera con un simple mecánico quería que su hija en un futuro se casara con alguien como ellos, que compartiera el “negocio familiar” con un cazador, aun cuando ante todos lo negara.

Escucharon un ruido cerca de donde se encontraban, bajaron del auto y fue cuando ella vio que su padre se dirigía hacia ellos, por su expresión en el rostro se dio cuenta que estaba más que enojado.

En el momento que Mary vio a su padre le rogó a John que se marchara, no era el mejor momento para que hablara con él.

—¿Qué demonios haces aquí con este tipo? —dijo a la chica.

Ella trato de calmarlo pero el hombre la golpeó en el rostro, al ver esto el joven trato de intervenir pero el hombre lo tomó por el cuello y se lo rompió.

John cayó al suelo sin vida ante la mirada aterrorizada de su novia, no podía creer que su padre lo hubiera matado. La muchacha cayó de rodillas ante el cuerpo del muchacho.

Al escuchar la risa de su padre, lo volteó a ver con lágrimas en los ojos mientras se abrazaba de su novio, para su sorpresa los ojos eran amarillos.

—Papá ¿Por qué lo hiciste? —pensando que era un efecto de la luz.

El demonio le contesto de manera irónica.

—Papi no está en casa cariño, de hecho mami y papi están tan fríos como lo está tu querido Johnny, pero si tú quieres podemos llegar a un acuerdo. —dijo mientras le acariciaba la mejilla donde la había golpeado momentos antes. — Si piensas que quiero tu alma te digo que puedes quedártela, es un buen trato el que voy a proponerte —continuó el demonio.

Le explico que él podía devolverle la vida a su novio, ellos podrían casarse tal vez tener un par de hijos, dejar la cacería para siempre, desgraciadamente solo a él, pero tenía que permitirle la entrada a su casa en diez años, mientras no interfirieran, nadie iba a salir herido o podía pasar el resto de su vida desesperada y sola.

—¡Mary no lo hagas! —gritó Susan pero fue demasiado tarde, la muchacha y el demonio de ojos amarillos, sellaron el pacto con un beso.

En ese momento de la boca de Samuel salió una nube de humo negro, cayendo al suelo el cuerpo sin vida del cazador y el joven respiró nuevamente.

Susan le explicó que eran cazadoras como ella y que estaban buscando a ese demonio, mientras Dianne acompañaba a John a su coche.

Quedaron de verse al día siguiente para acompañarla y hablar sobre el tema.

Cuando las mujeres llegaron al cuarto del motel se encontraron otra vez con Castiel quien sin mayor explicación nuevamente les tocó la frente.

Despertaron en el cuarto del motel, salieron para buscar a Mary pero al salir Susan se percató por los automóviles que era diferente año, habían pasado diez años.

Dianne vio a un pequeño ir tras una pelota cruzando una calle sin fijarse, sin pensarlo dos veces salió corriendo, tomando al niño en sus brazos a tiempo para evitar que fuera atropellado, lo mantenía abrazado hasta que sintió que se movía inquieto.

El niño la miraba curioso con sus grandes ojos azules.

—¿Me bajas? Me llamo Tommy ¿Y tú?—preguntó el pequeño mientras lo depositaba en el suelo.

Dianne le sonrió, en ese momento una asustada joven llegó corriendo, tomando al pequeño entre sus brazos.

—Thomas Parker, nunca me vuelvas a asustar así ¿Entendiste? Gracias por salvarlo, mi nombre es Susan Walker, a veces tengo que cuidar a este diablillo —decía sin soltar al niño quién no podía tener más de cinco años.

Le contestaron que no había problema y se presentaron con los mismos nombres falsos, la muchacha las invitó a tomar un café en el restaurante en agradecimiento.

En el restaurante le contaron que estaban buscando a Mary Winchester, la joven les explicó cómo llegar a la casa de la pareja.

Susan pensó que era extraño platicar con ella misma, se sentía como si estuviera ante un espejo solo que en una versión más joven.

En ese momento un joven entro en el lugar, cuando vio hacia la mesa de Susan le sonrió, el pulso de ella se aceleró, era Jim.

—¡Jimmy! —gritó el pequeño que corrió a sus brazos, el joven lo levantó y arrojó hacia arriba para deleite del chiquillo para atraparlo nuevamente en sus brazos.

—Hola Tommy ¿Has sido un buen niño hoy con Susan o has sido un cachorro latoso? —le preguntó enarcando una ceja.

El niño rápidamente asintió sonriendo pero volteó a ver a la joven Walker y su brillante sonrisa casi desapareció y bajo la mirada, el muchacho la miró y ella le guiño un ojo en complicidad.

—Casi fui bueno ¿No le vas a decir a mi padre verdad? —dijo en un susurro apenas audible el niño que apoyaba su cabeza en el hombro del policía.

El atractivo uniformado sonrió por el comentario del niño, abrazó al pequeño en sus brazos y le dio un beso en la cabeza.

—Bueno vamos a hacer una cosa cachorro como “casi” fuiste bueno puedes ir con el señor Walker a pedirle un dulce dile que yo lo pago, y no, no le vamos a decir nada a Julian va a ser nuestro secreto pero tienes que prometerme que vas a ser bueno y a obedecer a Susan ¿Vale? —le dijo al oído depositándolo en el suelo y dándole una palmada en el trasero juguetonamente.

Al verlo su hija estuvo apuntó de salir corriendo hacia él como había hecho el niño, pero su madre la detuvo.

—Nicole—dijo en voz baja que se controlara, no podían delatarse.

La joven los presento.

—Mi prometido James Holls, amor te presento a la señora Anne Gibson y su hija Nicole. —El joven le estrechó la mano formalmente.

La joven le contó lo sucedido con Tommy y como “Nicole” le había salvado la vida.

El policía acarició la cabeza del niño que se encontraba nuevamente a su lado abrazado a su pierna, levantó la vista hacia Dianne.

—Bien hecho, tu padre debe estar muy orgulloso de ti—dijo sonriéndole.

Dianne no pudo articular una sola palabra solo lo miró fijamente con los ojos muy abiertos.

Después de un rato, Susan se dio cuenta que la pareja se sentían incómodos por como los observaba su hija.

—Perdonen a mi hija pero es que el parecido que tienes con su padre a tu edad es impresionante—explicó.

Les contó que su marido había muerto hacia poco tiempo, que también había sido policía, en Texas.

La pareja miró a la chica, conmovidos por la pérdida de su padre decidieron que era mejor cambiar el tema. Le contaron que estaban planeando su boda que sería en pocos meses.

Minutos después se despidieron y se marcharon en dirección de la casa de los Winchester, Susan ya sabía por qué estaban ahí, debía de ser por el Colt, tenían que hacer que Mary se lo entregara a la joven Susan, también iba a tratar de impedir la muerte de Mary.

Susan se dio cuenta a medio camino de que su hija estaba llorando, sabía que la razón era el haber visto nuevamente a su padre.

—Mamá ¿Te das cuenta? Era mi papito, estuve tan cerca y no lo pude abrazar, no sabía quién era yo…—diciendo esto, la chica rompió a llorar.

Susan la abrazó, entendía la impotencia que sentía su hija, ella misma la había sentido, al volver a escuchar su risa o al oler su loción.
Por primera vez no supo que decirle para consolarla, solo se dedicó a abrazarla hasta que la chica se calmó.

Cuando tocaron el timbre de la casa, las recibió una desconcertada Mary.

—¿Qué hacen aquí?... La última vez que las vi mis padres murieron, ya no me dedico a eso y mi marido no lo sabe…márchense por favor—les pidió la mujer fríamente.

Cuando iba a cerrar la puerta apareció John cargando sobre los hombros a un pequeño pecoso de unos cuatro años.

—Hola ¿No son…Anne y Nicole, cierto? — preguntó sonriéndoles. —Pasen— las invitó ante la mirada molesta de su esposa.

Susan y Dianne entraron en la casa, después de un rato en que los cuatro guardaron silencio, Susan les dijo que estaban por el pueblo y decidieron pasar a saludar, viendo al pequeño le preguntó si era su hijo.

—Sí, su nombre es Dean, arriba están durmiendo Sammy y Beth son gemelos. Recuerdo que tu madre decía que me parecía al padre de tu novio ¿Dean, no es tu novia, verdad? —sonriéndole al niño rubio a su lado, tanto el pequeño como Dianne se sonrojaron, provocando la risa tanto de él como de Susan.

En la planta alta se escuchó un llanto seguido segundos después por un segundo.

John se disculpó subiendo las escaleras seguido de cerca por el niño, a medio camino volvió la cabeza hacia Dianne para invitarla a conocer a los gemelos.

Una vez solas, Mary aprovecho el momento para hablar con la otra mujer, quería saber quiénes eran y por qué después de diez años lucían exactamente igual.

Susan le contó su historia y le recordó el pacto que había hecho con el demonio tiempo atrás.

—Mary sé que es difícil de creer lo que te he contado, pero te juro que es la verdad, tienes que prometerme que no importa lo que escuches, no te vas a acercar al cuarto de los gemelos el dos de noviembre de este año—pidió Susan mirándola a los ojos.

—¿Por qué, que pasa en esa fecha? —.

Susan no sabía si era prudente contarle todo, prefirió cambiar el tema.

—Tú viviste con nosotros cuatro años hasta el día en que te casaste con John, sé que tu familia eran los guardianes del revólver Colt, necesito que se lo entregues a Susan Walker junto con las balas restantes—continuo mirando la expresión incrédula de Mary.

Le explico que estaba enterada de la historia del arma y que sabía que ella confiaba en la joven Walker, por seguridad se lo debía entregar o podría caer en las manos equivocadas.

Al ver que la ex-cazadora dudaba entre si creerle o no, la mujer perdió los estribos.

—¡Carajo Mary, esa noche tú te levantas al escuchar llorar a los gemelos y mueres en su habitación! ¿Quieres más pruebas? Esta pulsera me la regalaste cuando cumplí dieciocho, dijiste que era nuestro pacto de hermandad. Estos son Dean y Sam—gritó mostrándole tanto la pulsera en su muñeca como la fotografía en su cartera donde aparecía Dianne con los chicos.

Le contó detalles de su vida, como que Los Beatles eran su grupo favorito, que cuando dormía a Dean le cantaba la canción “Hey Jude”, cosas que solo ella podía saber.

—Cuando Dean se enferma, le das sopa de tomate con arroz que era lo que tu madre te daba a ti, tienes que creerme Mary por favor—continuó Susan.

Mary le pidió que le contara como era la vida de sus hijos y de John.

No podía dar crédito lo que escuchaba, John se había convertido en cazador y había criado a sus dos hijos en el “negocio familiar”, separando a los gemelos.
Ambas mujeres lloraban.

—Mary, me puedes explicar de qué demonios está hablando—exigió su marido.

Al escuchar al hombre ambas voltearon sorprendidas.

En lo alto de la escalera se encontraban John y Dianne, el hombre lucía molesto y la chica estaba blanca como el papel, por sus expresiones se dieron cuenta de que habían escuchado parte de la conversación.

Le explicaron lo que significaba ser un cazador y que los seres sobrenaturales eran reales.

—Monstruos, ¿Los monstruos son reales?... ¿Y qué clase de imbécil criaría a sus hijos en esto? Es irresponsable, sería ponerlos en peligro—decía paseando de un lado a otro.

Dianne estuvo tentada a responderle que él era esa clase, pero conocía el mal carácter del cazador por lo que prefirió callar.

—¿Y tú los cazas, bueno ustedes, desde cuándo? —preguntó frunciendo el ceño.

Le dijeron que tanto los Campbell como los Walker habían sido cazadores por generaciones. También le contaron la historia del Colt, que un cazador llamado Samuel Colt, en el siglo pasado, en 1835 cuando pasó el cometa Haley, había hecho un arma con trece balas que podía matar casi cualquier ser sobrenatural y que los Campbell eran sus guardianes.

Decidieron que lo mejor era lo que Susan les aconsejaba y entregar el arma a los Walker.

Cuando Dianne y su madre regresaron al motel, se percataron de la presencia del ángel pero esta vez no iba solo, otro hombre lo acompañaba.

Castiel les explicó quién era, su nombre era Raphael y era un arcángel.

—Castiel no debió de haberlas involucrado en esto, fue un error. Las voy a regresar a su época y las personas con las que han hablado, olvidarán haberlas conocido—dijo mirándolas con desdén.

—Pero podemos impedir la muerte de Mary—contestó la joven.

Les dijo que todo tenía una razón de ser y que el plan de Dios era perfecto.

—¿Piensas tú, insignificante criatura, qué puedes cambiar la voluntad de mi Padre? Todo está escrito, el libre albedrío es una ilusión—contestó Raphael burlonamente.

El arcángel las miraba con desprecio era obvio que no todos los ángeles querían a los humanos, algunos pensaban que eran seres inferiores.

—Pues ésta “insignificante criatura” te va a patear tu fastuoso trasero—contestó molesta la chica.

La joven se preparó para atacarlo pero Castiel se lo impidió, les dijo que debían hacer lo que él decía, no había forma de que le ganaran peleando.

El arcángel negó con la cabeza y se rio, después tocó la frente de las mujeres que nuevamente sintieron la descarga.


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Cuando recuperaron la conciencia se encontraban en la sala de su casa, era de mañana.

Susan corrió a buscar el periódico, necesitaba saber en qué fecha estaban, aliviada se dio cuenta de que era veintiséis de abril del dos mil once, no había perdido ese día, era el cumpleaños de su hijo.

Se habían ausentado dos días solamente, viendo el reloj se percató de que Tom no tardaría en llegar para abrir el restaurante, tenían que fingir cuando llegara que no sabían que día era.

La cazadora le pidió a su hija que la acompañara a su habitación, levantando el colchón le mostró el compartimiento oculto que había en la base.

Al abrirlo, Susan sacó una caja de madera, en su interior se encontraba el revólver y seis balas.

Se lo entregó a la joven.

—Mamá es el Colt, ¿Tú lo has tenido todo el tiempo, este es el secreto, Mary te lo dio a ti? —le preguntó asombrada.

La mujer asintió, le explicó que esa era la razón por la que ninguna persona y menos un cazador debía saber lo que eran ellas.

Podían averiguar que ellas tenían el arma y tratar de obtenerla, para todos los cazadores el arma era un mito ya que ninguno por lo menos vivo, la había visto.

—Éste secreto lo compartíamos Mary, tu papá y yo, ni siquiera a John se lo dijimos nunca, ya que él nunca supo nada de esto mientras ella vivió—.

—Entonces John, ¿No recuerda nada? Pero tío Bobby sabe que somos cazadoras, ¿Él sabe del arma? —preguntó mirando de vez en cuando el arma.

Le explicó que James le había pedido guardar el secreto por su seguridad, no sabía nada del arma. Por lo que parecía, no creía que John recordara nada.

Susan guardó nuevamente la caja en su lugar, acomodando todo como estaba antes, escondieron los regalos para el muchacho debajo de la cama.

La mujer se sentó en la cama con la espalda recargada en la pared, colocó una almohada sobre sus piernas, lo que su hija tomó como una invitación para que se recostara.

Su madre estaba peinándole el cabello con los dedos cuando la muchacha se giró, quedando sobre su espalda para poder ver a su madre.

—Mamá cuando estábamos con papá en el restaurante noté que cuando Tommy habló de su padre había miedo en su mirada ¿Lo maltrataba? —preguntó dudosa la joven.

—La verdad es que no lo sé, muchas veces lo quisimos averiguar pero no encontramos nada y cuando le preguntábamos a Tommy siempre lo negaba, sabíamos que tanto Julian como Holly eran demasiado fríos y estrictos con su hijo pero nada más. Nunca me dio buena espina él pero era amigo de tu padre y lo toleraba por Jim —le explicó la pelirroja.

Definitivamente nunca le había dado confianza Julian Parker, era un hombre que cuando la miraba hacía que se le helara la sangre pero lo que le parecía más extraño era que a pesar de tantos años de conocerlo no podía recordar sus facciones solo sus ojos que eran grises y fríos como el acero.

La voz de su hija la sacó de sus pensamientos.

—Mamá ¿Qué pasó con tú hermano? —preguntó curiosa.

Susan le contó que se separó de su familia debido a su boda y como su madre acompañada de su hermano Marcus, la visitaban de vez en cuando sin el conocimiento de su padre.

Mark compartía la misma opinión de Patrick respecto a su marido, por lo que la relación entre ellos nunca fue muy cordial.

Con la muerte de sus padres esto empeoro, hasta el día en que los dos llegaron a pelearse a golpes. Ese día Susan le pidió que se fuera de su casa.

—Esa fue la última vez que vi a tu tío Mark, lo último que supe por un amigo fue que era piloto y que vivía en Paris—recordó con nostalgia.

En ese momento Tom se asomó por la puerta, sonriéndoles.

—Volvieron al fin— dijo el joven, empujando a Dianne para ocupar su lugar en la almohada, provocando que ella cayera al suelo.

La mujer negó con la cabeza mirando al muchacho que le sonrió inocentemente y se encogió de hombros, Susan comenzó a acariciar los negros cabellos.

—Oye Grandulón quítate, mamá yo estaba primero—se quejó Dianne haciendo un puchero, lo cual provocó la risa de su madre. La chica se lanzó encima de su hermano.

Susan decidió que lo mejor era levantarse antes de que también ella acabará en el suelo, mirándolos jugar pensó que parecían dos niños pequeños en lugar de dos jóvenes adultos.

—Por cierto Monstruo tienes varios mensajes, dile a esos tipejos que no soy tu secretario…Por cierto ¿Quién carajos es un tal Eric? Se siente tu dueño y con unos aires de grandeza… —dijo burlonamente mientras se apoyaba encima de ella.

Su madre levantó una ceja al escuchar el lenguaje del chico.

—No es tu asunto, mamá dile que no me moleste—se quejó tratando de zafarse.

La cazadora puso los ojos en blanco, saliendo de la habitación.

—Ma… hey ma, no se han dado cuenta que hoy es un día bonito, como que amaneció más brillante—preguntó muy sonriente el muchacho.

Las dos mujeres se asomaron por la ventana y negaron con la cabeza, le dijeron que se veía como cualquier otro, la enorme sonrisa del muchacho se fue desvaneciendo.

La primera vez que le celebraron su cumpleaños como familia, había sido 13 años atrás, antes de eso cada año tanto James como ella lo llevaban a comer fuera, claro cuando sus padres lo permitían, ya que a sus padres biológicos no les gustaban las fiestas infantiles, decían que era pérdida de tiempo y dinero.

—Tienen razón es un día como cualquier otro, solo me lo pareció, ¿Por qué no descansan ustedes, deben estar cansadas por el viaje con Castiel, voy a abrir—dijo muy serio y se marchó al restaurante.

En ese momento Dianne corrió hacia la sala para decorarla y poner sus regalos, momentos después fue al restaurante para decirle que su madre estaba enojada y quería verlo.

—Grandulón, no sé qué hiciste esta vez pero está furiosa—poniendo cara de angustia.

El muchacho suspiró y se dirigió al interior de la casa, llevaba la cabeza baja, pensando en cuál sería el problema.

—¡Thomas Parker! ¿Me podrías explicar que significa esto? Mírame cuando te estoy hablando—le gritó, trataba de evitar reírse y puso la misma voz que cuando les llamaba la atención.

— Ma, no sé a qué te refieres, te juro que no hice na…—cuando levantó la mirada para explicarle que no sabía que había hecho, las palabras murieron en sus labios.

Frente a él había colgado un gran letrero que decía “Feliz Cumpleaños Tommy”
La chica había colocado montones de globos, en la mesa había un pastel y varios regalos, volteo sorprendido a ver a su madre que lucía una enorme sonrisa.

—Felicidades cielo, ¿Acaso pensaste que a tu hermana y a mí se nos iba a olvidar tu cumpleaños? Y tienes razón hoy es uno de los mejores días, desde hace 27 años—abriéndole los brazos para abrazarlo.

Le preguntó al muchacho como quería pasar ese día, pero él le contestó que sería un día normal en el restaurante y que cerraran más temprano para ir a celebrar, a lo que estuvieron de acuerdo.

El alto muchacho estaba recargado en el respaldo de un sillón cuando sintió a su hermana abrazada, se había subido al sillón para poder treparse en su espalda.

—Dianne Nicole Holls, me puedes hacer favor de bajarte de mí sillón blanco o por lo menos quitarte los zapatos—le dijo su madre cuando la vio parada en el mueble.

—Ni modo hermanito vas a tener que cargarme—.

Pero en ese momento el muchacho se giró y en efecto la cargo pero no como su hermana quería, sino sobre su hombro como si fuera un costal, era una de las cosas favoritas del muchacho, hacerle cosquillas a su hermanita.

La muchacha entre risas le pedía ayuda a su madre, pero ella le contestó que era cumpleaños de su hermano y no podía decirle nada, podía hacer lo que quisiera.

La mujer movió la cabeza divertida de ver los juegos de sus “niños”.

—Es bueno estar en casa—pensaba mientras se dirigía a la puerta para abrir el restaurante.